domingo, octubre 25, 2009

La tentación del miedo.

Mil torbellinos rugen dentro, no dejándome  controlar mis impulsos,
como enormes fuerzas que apagan la buena voluntad:
aparece el miedo, y lo único que deja es el terror de perder,
potenciado en mil efusiones de palpitante sin sentido.

El golpe se asoma por mis labios, y pierdo la noción de mi razón.
La humilación corre entre los segundos de estupidez,
como la sangre de una estocada certera.

La razón, la razón, recuerda, recuerda:
tus latidos no son tambores que deban alentarte a seguir!
son sólo los grandes motores que intentan darle voz a ese silencio viceral
que hace siglos, la instrumentalización demostró y califico de locura, estupidez, ser imbécil...
Pero cuándo entonces, será que mi animal nocturno abra la boca para rugir?
que demande el derecho a la furia apagada,
de años de entrenamiento moral, ético, social, religioso!


Olvida. Olvida. Razón. Razón. Mi plegaria.
Es ésa la manzana eterna del propio castigo.
La oportunidad perfecta para condenar nuestros actos con el verdugo de la conciencia (inconsciencia del propio mal?)

Respira, piensa y después siente.
Por que las emociones son licores pasajeros que aunque endulzan, no alimentan al alma ni a la mente.
Sus vapores te nublan y te harán perder el objetivo.
Hacer lo correcto debe ser, sólo aquello que te haga sentir orgulloso una vez que seas viejo.

Pregunta a los grandes amores, con que arrebato se perdieron el uno al otro.
A las guerras, quien salió vencedor de entre todos los vencidos.
Del rugido del mar, de la tierra y el cielo: sólo quedaron los escombros de su furia.

Desahoga esa energía en cosas nobles; que son pocos los ríos que alimentan los cultivos.
Rechaza a la fuerza y el poder desbocado; su único fin es el impulso incontrolado.

Respira, ten fé y cultiva tu paciencia.
Que el tiempo ayuda a madurar la fruta que podría ser vino; pero sólo en su bien estado, podría llegar a ser tu alimento.

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