martes, agosto 25, 2009

Directo para Cuetzálan

Ya desde hace unos meses que me encuentro realizando mi investigación de campo en Cuetzálan, que se localiza en la sierra norte del estado de Puebla, mas o menos a 5 hrs. de la Ciudad de México.
Debo admitir que al inicio era un poco triste para mi irme, la estancia allá implica estar sola y recorrer el pueblo sin poder compartirlo con nadie. Aunque la gente es muy amable, las observaciones, dudas o incluso miedo, deben ser impresiones invisibles para el resto de la gente que no se conoce, debido a que la confianza es algo que se va desarrollando poco a poco, igual que sucede con el resto de la gente.
Poco a poco se ha convertido en mi refugio, estar sola ha sido una terapia de reencuentro conmigo, donde el papel que juego es bien distinto al que tengo acá. Desde la ropa que uso, hasta como me acerco a la gente. Fuera maquillaje, ropa bonita, palabras rimbombantes, anécdotas intelectuales o conversaciones de queja. La gente que he conocido allá es humilde, sabia y sencilla; se ríe por las noches mientras se comparte la música tradicional del radio, una taza de café, acompañado si se quiere, de un plato de guisado, exquisitos frijolitos, torillas, salsa y hasta galletitas María. El trato supera por mucho a un hotel de cinco estrellas, aunque la infraestructura del lugar no rebase ni a una. 
Por suerte, la gente que ahí vive no cobra por la calidad de personas que son. Aún no se impone la conciencia capitalista de competitividad, el aprovechamiento de los "recursos" o la vida agitada, que piensa que vivir es trabajar en una oficina durante ocho horas, y donde el concepto de familia, es cada vez más un no lugar donde nadie se haya.