sábado, noviembre 22, 2008

y a través de la niebla, el canto del grillo

Cantará el grillo de nuevo, de nuevo en el alba menguante,
su canción sin letra de mil señales.
Que caiga la niebla, si el silencio llega,
que borre los horrores que se apagaron e hirvieron al anochecer.
Que venga un rayo de luz, que con el calor borre la furia, el rencor y el miedo.
Una vez más: una plegaria por los caídos; un rezo de libertad para los soñadores.
Que venga el medio día, que las mitades siempre tienen la verdad: mitad de noche y mitad de día, mitad de pesadilla y mitad de sueño.
Que abra los ojos, que los cierre, que duerma y despierte.
Un puñado de voces, que aclamen al alba, al grillo cantar, a la libertad que tanto parece que no despertará.
Deja el miedo vagabundo y junto a tu ejército, llama a tu voluntad de acero, llama a tu voz de justicia, de bondad, de verdad.
Abre los ojos y míranos con tus ojos sin iris, a esos ojos blancos divinos y míranos desde tu montaña.
Míranos, míranos, deja al grillo con su canto de mil liras, déjalo, para que nos cante una vez más.

lunes, noviembre 17, 2008

El campo de sombras.

Los campos se levantan ante mi, como bastos e inmensos universos desconocidos.
Veo aquellos amplios espacios de nada, como posibilidad de recuperar mi existencia y espero que no sean sólo respiros en el tiempo. Quiero ir a buscar aquello que no sabía que estaba perdido, que nunca supe que dejo de estar a mi lado. Ahora que el lugar se ve distinto, no hay tanto bullicio ni olores purpuras tapizando con sus mascaras acostumbradas, la visión nublada de mis pensamientos.

Mientras el dolor se va, esfumándose como las palabras más volátiles, repito mi rezo y plagaria para acostumbrarme a dejar el lugar conocido, aquel que me ilusionó, que mintió, donde dormian las enormes piedras que parecian estar ahí siempre, que extendian sus sombras hasta llegar a tomarme de los hombros mientras la verdad se escondía en las cosas pequeñas: nunca dejaron de estar en mis bolsillos.

Sólo sé que debo seguir caminando.

Creyendo que volaba sobre lindas risas, no podia ver que no eran mas que gritos callados por la desesperanza. A veces, no podia ver, deje de oir, y pensé que en verdad era esa yo: un mecanismo de raices sin forma que sólo se obligaba a ser parte del baile sin fin de las apariencias.
El miedo puede hacerse el mejor amigo de la duda, le gusta sentarse en los hombros de quienes no saben que caminos recorren: la inseguridad enferma por el hechizo de los mil velos, que devora a aquellos a los que emplea en su jornada de parásito.

Después de la mutilación, del dolor de la pérdida, es tiempo de salir de ahi, de seguir respirando profundo, para nombrar tu nombre y el mio, como lo hacia antes de hacerme peregrina entre mis propias bestias...y sigo adelante con mi rezo, y con mi plegaria, encontraré mis piedras de río para lavarlas, encontraré mis trazos de mil hilos blancos para formar un lecho, donde de nuevo pueda ver que salen de mis sueños los ojos de mis manos y mi pequeño elefante.

Las piedras y sus sombras jamás se iran de ahí, es por eso, que sé que puedo seguir adelante y no me seguirán, mientras tenga la luz de mi propia vida, sabré que sus sombras, no podran alcanzarme.