sábado, abril 25, 2009

Diario de los sueños 1.

Estabamos todos ahí; en un barco que se suponía nos llevaría a lugar de las risas y los buenos deseos, estabamos, tu y yo, y esas buenas personas con las que siempre discutimos un poco y luego nos reímos, también aquellos de quienes hablamos cosas en voz baja de vex en cuando.

Veíamos el amplio mar quedándose atrás y ser el único camino enfrente. Sólo olas que nos hacían contar el tiempo queríndolo dejar atrás.

El mar comenzó a llegar a nuestros pies dentro del barco. Tuvimos que arribar a la primer tierra, que no era la más afortunada. El mar nos seguía detrás como un gran ocico hambriento que devoraba la paz, alcanzándola y desgarrando sus entrañas con nosotros dentro.

Tomé entonces a los dos indefensos a mis pies, uno blanco y uno negro que habían sido abandonados y los tome en mis brazos. Rece con angustia que sobrevivieran a la furia líquida que nos rodeaba a todos, gritando como en matadero, todo en cuanto podían ver mis ojos era agua, todo cuanto conocía desaparecía alrededor. Todo menos mi fe y esperanza.

A uno se lo llevó la espuma, convirtiéndolo como en el cuento, en suaves burbujas blancas; el otro que se había convertido en piedra, se hundío hasta que no pude sentirlo más.

Es extraño, pero yo sabía que saldría de ahí. Después nos encontramos en el pantano. Olía tan mal, estaba tan sucio que sentía como succionaba mis pies. Y logramos regresar al barco. Mientras me susurrubas al oído: todo saldrá bien, sabes que sólo es un sueño.

Que bueno que estabas ahí para recordármelo.

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